Se contrata a un actor para que “pierda el tiempo” durante 8 horas, el mismo intervalo de tiempo de la jornada laboral en España. El actor va representando exactamente, a lo largo de las 8 horas, lo que se entiende por la expresión “perder el tiempo” según los resultados obtenidos en una investigación realizada previamente entre los ciudadanos de Barcelona.
El formato final de la obra es un vídeo, de 8 horas de duración, que se proyecta en una sala llena de cojines donde se invita al espectador a sentarse y mirar. En la imagen, aparece un reloj que marca el tiempo restante de filmación, de manera que el espectador que quiera verlo completo deberá emplear ese tiempo en ello. Dejándole así la decisión de si esta en condiciones de redoblar con su presencia esta situación de perdida de tiempo.
Texto. Sobre perder el tiempo. Martí Perán